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La impresión 3D es un método mediante el cual se crea un modelo
tridimensional, sólido y tangible a partir de un archivo digital, normalmente
depositando numerosas capas finas y consecutivas de material. Este rápido
aumento de popularidad se debe a que permite que la fabricación sea accesible
a un gran número de personas. Esto está relacionado con el pequeño tamaño de
las impresoras y su precio relativamente bajo.
Las primeras técnicas de fabricación suelen denominarse ''fabricación
tradicional'' porque la fabricación aditiva no empezó a existir hasta la década de
1980. Para comprender las diferencias fundamentales entre la fabricación aditiva
y la tradicional, es necesario clasificar todas las técnicas en tres categorías:
sustractiva, formativa y aditiva.
Los objetos 3D se construyen mediante fabricación aditiva, que consiste en la
deposición y fusión de capas 2D de material. Esta técnica apenas requiere
inversión inicial ni tiempo, lo que la hace ideal para la creación de prototipos. Es
posible una producción rápida y la eliminación de los componentes usados. Una
ventaja adicional de la impresión 3D es la capacidad de producir componentes
con prácticamente cualquier geometría.
Los objetos se producen mediante procesos de fabricación sustractiva, como el
torneado y el fresado, que implican la eliminación de material de un bloque
sólido, comúnmente conocido como ''pieza en bruto''. Su aplicabilidad es casi
universal, ya que puede mecanizarse prácticamente cualquier material. Con esta
técnica pueden fabricarse componentes excepcionalmente precisos y altamente
repetibles gracias al amplio control de cada paso del proceso. Es el método de
producción más rentable para la gran mayoría de diseños, a pesar de que
aumenta el tiempo de preparación y los gastos debido a la necesidad de
fabricación asistida por ordenador (CAM) para planificar trayectorias de
herramientas personalizadas y una eliminación eficaz del material.
Fabricación aditiva Fabricación sustractiva